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En el año 1500, era casi posible conocer a un verdadero hombre del Renacimiento, un sabio que lo sabía todo. Piense en Leonardo da Vinci, cuyo conocimiento se extendió desde la hidráulica hasta la aviación y la anatomía.
En el siglo XVIII, sin embargo, tal figura ya no existía. Cuando las mentes más brillantes de Francia comenzaron a compilar una enciclopedia que contenía todo lo que vale la pena saber, necesitaban un equipo.
Hoy, nuestra comprensión del mundo ha avanzado tanto que incluso una enciclopedia con miles de volúmenes no podría hacerle justicia. El conocimiento es tan especializado que puede llevar toda una vida dominar una sola disciplina.
A un físico de partículas, y mucho menos a un historiador profesional, le resultaría muy difícil comprender la primera página de un nuevo artículo de investigación en inmunología viral.
Pero esto no justifica nuestra falta de comprensión del funcionamiento fundamental del mundo.
No podemos esperar que todos entiendan la investigación neurobiológica de vanguardia, pero podemos esperar que entiendan, digamos, cómo se hizo la comida en sus platos.
