El príncipe Shahir tenía tres reglas:
1. No acostarse nunca con una mujer virgen.
2. No acostarse nunca con una empleada.
3. No casarse jamás.
Kirsten Ross no era más que una limpiadora, pero el sexy jeque no pudo resistirse a sus encantos y no tardaron en acabar en la cama. Kirsten era inocente, pobre... y ahora se había quedado embarazada de un príncipe.