El camino de la salvaciÃģn se declara en las Escrituras en los tÃĐrminos mÃĄs claros, y sin embargo, tal vez no haya verdad sobre la cual se hayan proferido mÃĄs errores, que los concernientes a la fe que salva el alma. Bien se ha probado por experiencia, que todas las doctrinas de Cristo son misterios, misterios, no tanto en sà mismos, sino porque estÃĄn ocultos para los que se pierden, en quienes el Dios de este mundo ha cegado sus ojos. Tan clara es la Escritura, que uno hubiera dicho: "El que corre puede leer"; pero tan dÃĐbil es el ojo del hombre, y tan estropeado estÃĄ su entendimiento, que la verdad mÃĄs sencilla de la Escritura la distorsiona y tergiversa. Y de hecho, hermanos mÃos, incluso aquellos que saben lo que es la fe, personal y experimentalmente, no siempre encuentran fÃĄcil dar una buena definiciÃģn de ella. Creen haber dado en el blanco; y luego, despuÃĐs, se lamentan de haber fallado. EsforzÃĄndose por describir una parte de la fe, descubren que han olvidado otra, y en el exceso de su fervor por librar al pobre pecador de un error, a menudo lo conducen a un error peor. De modo que creo poder decir que, aunque la fe es la cosa mÃĄs sencilla de todo el mundo, sin embargo es una de las mÃĄs difÃciles sobre las que escribir; porque por su misma importancia, nuestra alma empieza a temblar al hablar de ella, y entonces no somos capaces de describirla tan claramente como quisiÃĐramos.
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