El mundo entero está destinado a una gran simplicidad y sencillez, no deliberada, sino antes bien inevitablemente. No es una simple moda de inocencia falsa, como la de los aristócratas franceses de antes de la Revolución, que erigieron un altar a Pan e impusieron tributos a los campesinos para pagar los enormes gastos que les suponía hacer la vida sencilla de los campesinos.