La poesía de Nietzsche alcanza aquí su mayor altura. La maestría musical del poeta, ya demostrada en las líricas anteriores (v. La gaya ciencia), pero aquí mucho más refinada, le permite transcribir líricamente, hasta los sentimientos que desembocan en las inaccesibles regiones del espíritu, en el límite entre el éxtasis y la locura. El sentido de vértigo espiritual, la embriaguez de la plenitud del corazón, la angustia del conocimiento y el tormento de sí mismo, el rapto en la eternidad, y, más intensa que ninguna otra pasión, la serenidad de su «séptima soledad», en la cual el poeta gusta la muerte, son los motivos esenciales de este libro, superior en valor lírico, al propio Zarathustra, y que es verdaderamente el canto del cisne de Nietzsche como poeta.